- 16 jun 2019
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Pedro Talet Cara (corresponsal en Lisboa). Alfama era uno de los barrios más marginales de Lisboa en los años 90. El gran cambio de la capital portuguesa se produjo a fines de esa década, tras acoger en 1998 la celebración de la Expo. Una de las zonas que más evolucionó en toda la ciudad fue Alfama. El símbolo de este cambio de era fue la inauguración del Museo del Fado en este barrio a finales septiembre de aquel año.

Es complicado calcular la cantidad de turistas que actualmente pasean cada día por las callejuelas de Alfama, pero uno puede hacerse a la idea de qué impacto ha tenido el turismo con los datos del propio Museo del Fado. Esta pinacoteca recibe a unos 170.000 visitantes anuales, frente a los apenas 9.000 que pasaron por sus salas durante su primer año de existencia.
Alfama, la cuna del fado, rápidamente se dio cuenta de que, precisamente, esa música que había crecido en sus rincones era el reclamo perfecto para atraer a los turistas. Cada vez más bares comenzaron a ofrecer actuaciones de fado en directo, la miel perfecta para la gente de fuera.

Y vivir en Alfama se convirtió en un lujo
La cara oscura de este crecimiento ha sido el repunte continuo de los precios de la vivienda, especialmente en esta última década. El precio del metro cuadrado de alquiler casi se ha doblado desde 2010 en Santa María la Mayor, el distrito al que pertenece Alfama. De diez euros a diecisiete.
Comprar una vivienda se ha convertido en un lujo para unos pocos. Si en 1997, el año anterior a la Expo, el metro cuadrado en oferta costaba una media de 1.202 euros, ahora tiene un valor de 4.301.
Esta situación ha provocado que muchos vecinos tengan que abandonar su barrio de toda la vida. Turismo y pérdida de identidad. ¿Será capaz Alfama de encontrar el equilibrio perfecto?